El auge de los vehículos eléctricos (EV) ha traído consigo una serie de promesas que apuntan hacia un futuro más sostenible y eficiente. Uno de los argumentos más repetidos por los fabricantes es que estos autos eléctricos requieren menos mantenimiento en comparación con los vehículos de combustión interna, gracias a la ausencia de piezas móviles complejas y fluidos como el aceite del motor. Sin embargo, esta visión no está exenta de desafíos.
A medida que más competidores llegan al mercado mexicano, la atención se ha centrado en la posventa, un aspecto sobre el cual los fabricantes han hablado poco, pero que será determinante para el éxito de la adopción masiva de los eléctricos.
Una de las grandes ventajas de los vehículos eléctricos es que pueden recorrer distancias significativas con un mantenimiento mínimo. “La gran ventaja de los eléctricos es que pueden andar 80 o 100 mil kilómetros y lo único que les tienen que cambiar prácticamente son piezas de desgaste, llantas y otras cositas menores”, comenta Gerardo Gómez, country manager de J.D. Power.
Esta reducción en la necesidad de mantenimiento regular como cambios de aceite, filtros o bujías, es uno de los argumentos que más seduce a los consumidores. Sin embargo, detrás de esta ventaja se esconde una pregunta importante: ¿qué ocurre cuando se daña una pieza crítica, como la batería?
El reto: redefinir la posventa
El hecho de que los eléctricos requieran menos intervenciones en los talleres plantea un reto considerable para las agencias y distribuidores, cuya fuente de ingresos ha dependido tradicionalmente del mantenimiento periódico. Ahora, la industria enfrenta el desafío de crear nuevos esquemas de negocio alrededor de la posventa, en un entorno donde los autos necesitan menos atención técnica.
“La estrategia de negocio de servicio de los distribuidores también tiene que cambiar”, añade Gómez, señalando la urgencia de repensar las propuestas de valor para los clientes.
La respuesta puede residir en ofrecer un mayor enfoque en otros componentes del vehículo que sí requieren un mantenimiento más regular, como las llantas o los accesorios. Sin embargo, para mantener los ingresos a largo plazo, las agencias también deben ofrecer nuevas soluciones que respondan a los temores de los consumidores sobre los costos a futuro, especialmente cuando se trata de la reparación o sustitución de la batería.
La batería: el componente más costoso y crítico
La batería de un vehículo eléctrico representa hasta el 50% de su valor total, lo que convierte su reparación o reemplazo en uno de los mayores temores para los propietarios. Para contrarrestar este posible freno en la adopción de los EV, las armadoras tendrán que desarrollar modelos de garantía y cobertura que no solo ofrezcan tranquilidad, sino también un atractivo financiero para el consumidor.
Los fabricantes suelen destacar la garantía de ocho años para las baterías, que se ha convertido en un estándar del segmento. Sin embargo, temas como el mantenimiento fuera de este periodo son áreas sobre las que poco se ha hablado, lo que genera dudas entre los consumidores.
“Eso es lo que tienen que entender las armadoras, que deben desarrollar nuevas formas. Si lo siguen haciendo bajo el mismo modelo establecido, no va a funcionar para el nuevo consumidor”, añadió Gómez, subrayando la necesidad de repensar las estrategias posventa.
Una posible solución es seguir el camino de otras industrias tecnológicas, como la de los smartphones o laptops, donde los fabricantes ofrecen reemplazos de batería gratuitos durante un año, y después establecen un esquema de costos escalonados según el uso. Esto podría no solo reducir la carga financiera para los usuarios, sino también fortalecer la lealtad a la marca.
Fuente: https://www.expansion.mx
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